Ya contando los días para volver a Madrid, a mi gente, a mi coche y aire villalbino. Esta última semana aquí se pronostica como cuesta muy empinada, porque a las ganas de veros se suma la actividad pre-vuelo, y la envidia a todos los que marchan a partir ya de este Miércoles.
Después de dos semanas de intensivo en el campus de Garching (fuere o no con el tutor), el viernes ya dejé creados como 3Gb de datos en el ordenador. La redacción promete. Así es que esta semana tocará intensivo de biblio para recuperar todo lo colgado, véanse alemán y exámendefebreroinnombrable. Pero ahora sí puedo quedarme en el centro, es decir cerquita de casa y con posibilidad de bici en vez de metro, y con los amigos que estudian allí.
El finde ha compensado con cena en casa el viernes: pollo con manzana y puré de patatas a mi cargo, tarta de zanahoria al de Marta, bizcocho de chocolate al de Valentina, y por supuesto vino y cerveza. Perdonamos de cocinar a Pedro, que se vino a la compra e hizo de chico de los recados, a Victor porque entrega el Martes el proyecto (¡qué envidia! mira que como me quede sin este compañero de piso tan majísimo...), y Robin porque trajo vino, pero no cualquiera...¡¡RIOJA!! Todo seguido de batalla de nieve, para bajar la comida, y subirme el ánimo después de mi toma de contacto con circunstancias madrileñas. La guinda fue además descubrir un garito de jazz chulísimo y sin codazos (que aquí se las gastan rudo cuando quieren pasar aunque no quepa un alfiler). También ha habido tiempo para pasarse por el mercadillo navideño, con cosas chulísimas pero a precios de escándalo en general.
Para los no iniciados, los Domingos es el "día mari" oficial: lavadoras y secadoras, aspirar la tierra que se reproduce en mi habitación, cocinar,... y porqué no decirlo, para vaguear, ver peli, etc; ya moriré si eso mañana del estrés.
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Primer Informe Desgobierno
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