martes, 12 de mayo de 2009

Paragüero

Qué gusto ver una diéresis en una palabra de la lengua materna, sin intentar pronunciar siete veces antes de dar con la forma correcta.
En el paragüero de hoy por estos lares entran muchas variedades: desde el hombre en traje con una mano en el manillar y otra sujetando muy dignamente un paragüas rojo gigante, pasando a la señora que ha decidido además de salir a correr no mojarse y coger uno de rayas. También los hay que cuando sale el sol se vuelven contra el mundo, o contra los peatones que intentamos caminar sin que su vaivén adelante y atrás se convierta en arma y nos saque un ojo de su sitio. Yo sigo en mis trece y todavía no he sacado paraguas ninguno, que para eso están la gabardina y los cafés. Pero cuando vas camino de recoger tus copias aún calentitas de la impresora de tu proyecto final de carrera, todo se desvanece. De repente no sientes más que tu sonrisa, y quieres a todo el mundo que te cruzas, y recuerdas a todos los que han aportado con su amistad algo a tu persona. Porque estar en este punto es culpa un poco mía y un poco de todos los que me rodean.
Esta semana toca la presentación oficial; las cosas de palacio, despacio. Así es que, ¡va por vosotros!
Las leyes de la inoportunidad no iban a ser menos y todos los follones de pisos y mudanzas acompañaron en el tiempo de mi entrega, pero ha merecido de largo el esfuerzo. En menos de una semana hemos creado hogar, y del bueno (perro incluido). Tengo ya todo lo que venía buscando pues, incluyendo trabajo, clases de alemán y mil planes para el único día libre a la semana.
Los planes para el próximo curso van tomando forma debido a los trámites que empiezan ahora para solicitar el máster de materiales de vuelta en casa. También habrá que plantearse mudarse algo más cerca de la universidad, y buscar alguna mínima fuente de ingresos para ello. Cuesta un poco verlo desde aquí, cuando recién acabo de montar una vida.